domingo, 25 de diciembre de 2011

Uniendo nuestro propio Belén al Belén de la historia nos trae paz y alegría

Dice Martín Descalzo es difícil, casi es imposible escribir sobre Belén porque ante ésta historia de un Dios que se hace niño en un portal los incrédulos dicen que es una hermosa fábula y los creyentes lo vivimos como si así lo fuera. No hay un cuento en la historia que te acabo de compartir, ésta tan conocida para los que tenemos familiaridad de contacto con la Palabra. El relato del nacimiento del hijo de Dios en medio de nosotros no es un cuento, no es una fábula, es una realidad, ocurre en un lugar preciso, en Belén, en un tiempo igualmente preciso, cuando gobernaba Quirino.
Ocurre de la mano de una madre y de un padre que no tienen lugar donde el niño nazca, por eso en Belén, Jesús, el hijo de Dios ha venido a nacer en un pesebre. Todo es real, tal vez las fantasías infantiles que se nos han pegado al corazón cuando armábamos el pesebre, y poníamos un arroyito, y poníamos un poco de nieve y lo revestíamos de un colorido tan particular nos haya hecho soñar con aquel paisaje en más de una oportunidad y entre el cuento de la abuela y el relato de nuestros padres.
Entre la preparación del pesebre y la expectativa a la noche buena que venía con algún regalito de más, toda la fantasía infantil se desataba para habernos quedado con aquello y es tiempo ya de caer en la cuenta para los que somos adultos de que la cosa no es una fantasía, no es un cuento, no es un sueño, es una realidad, una realidad cruda y bella al mismo tiempo, una realidad dura y fuertemente esperanzadora, una realidad amenazante y al mismo tiempo de liberación. Es la realidad de Belén con todo lo que éste lugar implica en la memoria de los que hemos recibido una educación en la fe cristiana, cuando nos despierta en el corazón sentimientos hondamente arraigados en nuestra historia primera y nuestros primeros pasos.
Este Belén que tenemos que re evangelizar en nosotros saliendo del infantilismo, del ensueño, de la fantasía, de la fábula, para vivirlo con el realismo que supone aquellos acontecimientos y nuestros deberes cotidianos son todos un signo de esperanza. Esta re evangelización que tenemos que hacer del Belén, de nuestro propio Belén, es todo un camino que Dios nos muestra.
Cuenta el mismo Martín Descalzo que se nota en la iglesia de Belén una puerta muy pequeña con la que se construyo el templo, porque en la invasión Bizantina los caballos entraban a las iglesias con quienes los montaban, sus soldados, para destruir todo lo que hubiera en aquel lugar religioso, en cualquiera de los templos de aquel tiempo de la cristiandad.
En Belén se hizo una puerta bien bajita para que los caballos no ingresaran. Por eso dice Descalzo, en Belén hay que entrar agachados a no ser que uno sea un niño y entonces puede entrar de pie. Por el tamaño de la puerta para entrar a Belén hay que agacharse. Si uno es grandote, como yo en éste caso. Si uno es más chiquito puede entrar de pie. Claro que no es un tamaño físico del que hablamos.
Para ingresar al Belén real hay que reacomodar la propia historia, hay que reacomodar la propia estructura y a partir de allí entender lo que tal vez nunca terminamos de entender o porque nos quedamos en el tiempo de la infancia o porque la sociedad nos robó Belén y nos puso al gordo de barba blanca que con su ho ho ho ha venido casi como a quitarnos al niño de las manos.
Es tiempo de reacomodar la estructura, toda la estructura personal para ingresar a Belén con realismo, con el realismo propio de la amenaza que Herodes tiene sobre el niño que está por nacer, con el realismo propio de no hay lugar para ellos en el albergue, con una noche oscura, posiblemente un tanto fría donde el niño nace y  con el realismo que también supone la presencia de los magos que llegan con sus ofrendas de Oriente y los pastores que vienen a saludar al recién nacido porque el ángel y un coro han cantado la gloria de Dios en medio nuestro con la paz que ello supone. Belén y el realismo con el que Dios nos invita a salir del ensueño y el realismo y el paso de crecimiento en la fe con el que Dios nos invita a mirar nuestro propio Belén tan duros como aquellos y tan esperanzadores como aquel Belén de hace dos mil años. 
Un niño aunque llegué no esperado o en un  ambiente adverso siempre es una bendición envuelta en  pañales…
  suscita en el corazón de su madre y de quienes le acogen:
   ternura, bondad, esperanza y deseos de luchar por El …
   A quien le lleva en sus brazos le da sentido al dolor, al  sacrificio haciéndoles ofrenda y don,  a quien esta a su lado, le hace sonreír, soñar y  gozar  intensamente la  alegría y felicidad …
                      
   si eso hace cada niño…
                   mucho más hace el Niño Dios!!!

En El ha de estar siempre esperanza, en El debe estar nuestro corazón, por El hemos de seguir
amando, creyendo y sirviendo especialmente a los más pequeños…  El  y solo El, debe ser el amor y alegría de nuestro corazón…Que sea nuestra expresión de su amor… en el Belén donde Dios nos ha colocado…Feliz y Santa Navidad, bendiciones…              


Feliz Navidad